España tiene un catálogo de 400 variedades de vid y varias bodegas han salido al rescate de muchas de ellas casi desaparecidas.
Recuperar al pasado para ganar al futuro. Es lo que pretende la segunda ola de recuperación de variedades ancestrales en peligro de extinción. Y hay tarea, porque España posee un amplio y diverso patrimonio ampelográfico autóctono, con más de 400 variedades de vid registradas, gran parte oculto, olvidado, infravalorado o casi desaparecido. Un tesoro de nuestra diversidad genética y una riqueza botánica que no solo ofrece personalidad y potencial enológico a nuestros vinos, sino que puede resultar decisivo a la hora de afrontar los efectos del cambio climático, el mayor reto que tiene actualmente la viticultura, ya que suelen ser cepas resistentes a las altas temperaturas, la sequía, las plagas y enfermedades.
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